Día de muertos
Nos encontramos en esos días en los que seremos visitados
por seres que moran los cielos, el limbo o en su defecto, el infierno.
De este modo, es pertinente dejarles un pequeño presente
como muestra de nuestro aprecio y el inconfundible recuerdo. Aunque claro, también
llegan algunos difuntos olvidados.
Imagina que estos seres de ultratumba vienen a ver a sus
parientes y que además de ello es el único día del año en el que tienen
permitido venir al mundo terrenal. Es un regalo que se ganaron a pulso ya que encontrarse en el famoso Mictlán
conllevó una ardua labor.
Según la mitología; hay nueve infiernos y trece cielos. Al
morir, el ser en cuestión será enterrado con algunas ofrendas que le resultaran
útiles en el más allá y si pertenecías a la élite de los guerreros a lo largo
de un año te ofrecían sacrificios para que estos te ayudaran a cruzar, se unían
a tu comitiva, digamos que podías disponer de una ventaja extra.
En este mundo no existe un Caronte, sin embargo el que guiará
el viaje será un Xoloitzcuintle. La travesía se compone de mares agreste, vientos que te harán volver
a iniciar, montañas empinadas y crudas nevadas. Ahora me entiendes cuando te
digo que llegar al cielo no es tarea sencilla.
Solamente los más valientes merecían tales privilegios
celestiales.
De este modo nació una tradición maravillosa. En aquellas épocas
pre-Colón se hacían ofrendas que constaban de artilugios que podían ayudar al
difunto en su travesía.
Cuando Colón llegó y con él, los religiosos, hicieron
algunos ajustes hasta quedar en lo que hoy conocemos. Los choques culturales
siempre crean cosas, eso no significa que sean malas o buenas, sencillamente se
crean y algunas perduran, como esta.
Es momento de valorar el día en el que nuestros parientes
fallecidos vienen a saludarnos, preparemos el momento idóneo para ello. Si no
crees en esta tradición, está bien, pero te invito a que el próximo año salgas a
las calles y te empapes de los colores y los sabores.
Ciao
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